Expectativas

27.08.2025

Las expectativas son como ese pequeño globo que sostenemos en las manos, suave y lleno de aire ligero. Lo levantamos con cuidado, sin apretarlo demasiado porque sabemos que su fragilidad es parte de su encanto. 

Ese globo nos invita a mirar hacia arriba, a imaginar horizontes que aún no se revelan, a soñar con aquello que deseamos que sea.

Pero hay un instante delicado, casi invisible..., cuando el viento cambia y el globo se mueve con fuerza. En ese momento, si apretamos demasiado, el globo puede escaparse, y nuestras manos quedan vacías, con la sensación de haber perdido algo que ni siquiera llegó a ser. 

Todos hemos sentido esa punzada silenciosa, la decepción que deja un vacío inesperado. 

Es curioso cómo algo tan invisible puede doler tanto, porque no es solo lo que no ocurrió, sino la historia que habíamos empezado a contar en nuestra mente. En ese instante nos damos cuenta de que esperábamos más, que nos habíamos permitido imaginar un final distinto... 

Entonces la tristeza llega suave recordándonos la distancia entre el sueño y lo real.

Y sin embargo, en esa tristeza hay también una belleza discreta, la oportunidad de mirarnos a nosotros mismos, de reconocer cuánto deseamos, cuánto creemos, y también cuánto necesitamos aprender a soltar.

Porque no se trata de renunciar a las expectativas, sino de entender que ellas son un juego delicado, una danza entre el querer y el aceptar. 

Aprender a caminar con las manos abiertas, como quien invita al viento a jugar sin miedo a que se lleve lo que ama. 

En cada globo que vuela se escapa también un trocito de nosotros, y en esa partida silenciosa se escribe la historia dulce y melancólica de crecer, de saber que amar no es aferrarse, sino dejar ir con ternura, confiando incluso que en el viento más incierto la esperanza sigue teniendo un lugar donde habitar. 

Porque al final, las expectativas no son cadenas ni trampas, sino globos que nos recuerdan que aún existe ilusión en un rinconcito de nosotros.
Son la prueba de que seguimos creyendo en lo posible, aunque a veces se escape de nuestras manos.

Y quizás de eso se trata, de aprender a guardarlas suavemente, sin exigirles quedarse, sabiendo que en cada vuelo, cada partida y cada regreso, nos abren el corazón a la posibilidad de volver a soñar...