Dar

Las costumbres tienen una fuerza invisible, como un río que poco a poco aprende su cauce. Con el tiempo, aquello que nació como un gesto espontáneo y luminoso puede convertirse en obligación...
Ahí entra en juego la expectativa, y cuando esta se pone a jugar… ya sabemos lo que pasa...
Nace un peligro poderoso que conocemos como "malacostumbrar" y esto nos lleva a caminar en una cornisa sobre la delgada línea que confunde generosidad con servidumbre.
Así como el agua moldea la piedra a fuerza de paciencia, también nuestras concesiones van moldeando la mirada de los demás.
Lo que antes brillaba como un tesoro único puede perder su brillo si se da por sentado.
Decían los romanos "Consuetudo facit legem", que es lo mismo que "la costumbre se hace ley". Esto, que en el derecho es un principio, en la vida cotidiana la lectura es otra..., si siempre cedes, se asumirá que debes ceder; y si siempre das, se asumirá que tienes la obligación de dar.
Lo curioso es que cuando uno intenta recuperar el equilibrio y poner un límite, puede ser tarde... porque el otro siente que le arrebatan algo suyo, olvidando que nunca fue un derecho, sino un generoso gesto.
El problema no es dar.
Dar y hacerlo sin esperar nada a cambio es hermoso, es un lenguaje de amor y bondad.
El problema es cuando en nombre de la bondad, dejamos que la gratitud se disuelva y la exigencia ocupe su lugar, y ya no hay generosidad, hay desgaste.
Por eso, cuidar los límites no es egoísmo, es cuidar el valor de lo que compartimos.
Un regalo solo conserva su dulzura cuando sigue siendo libre, en el momento en que se espera, se transforma en deuda...
...y las deudas, a la larga, marchitan el alma de quien las carga y enfrían el corazón de quien las espera.